MI RINCON

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domingo, enero 07, 2007

PERIODISMO HOY

La Nación, Buenos Aires, domingo 7 de Enero de 2007
Por Laura Di Marco
Tendencia
En primera persona: del periodismo de investigación al relato testimonial
En los años 90 los libros de investigación periodística marcaron el pulso de las lecturas políticas. Hoy los libros-denuncia escasean y, en cambio, muchos periodistas eligen un tipo de relato más intimista y testimonial Por Laura Di Marco
Así como en los años noventa estaban de moda las investigaciones sobre la corrupción del menemismo, con libros paradigmáticos como El Jefe ,en el que Gabriela Cerruti nos contaba cómo hizo Carlos Menem para llegar a lo más alto del poder usando métodos non sactos o el más emblemático Robo para la Corona , en el que Horacio Verbitsky se zambullía en el financiamiento ilegal de la política, en la nueva era K la cosa parece venir por el lado de abrir los corazones. Periodistas duros, fogueados en las "zonas calientes" de los diarios -la política y la actualidad- eligen hoy el camino de las confesiones y los relatos testimoniales. En contrapartida, biografías políticas recientes como Kirchner, el último peronista , de Walter Curia, no logró saltar el cerco del siempre pequeño mundillo político y periodístico. ¿Será que El Jefe , Robo para la Corona , Los dueños de la Argentina , de Luis Majul o El otro , de Hernán López Echagüe, títulos de alto impacto de los noventa, no tienen sucesores en el siglo XXI? ¿No "vende" investigar a este Gobierno o no hay voluntad de hacerlo porque muchos periodistas se sienten ideológicamente cerca? ¿Desnudar la intimidad es una nueva moda periodística, un nuevo clima de época o la consecuencia lógica de un gobierno que avanza sobre medios y pone obstáculos a las investigaciones políticas y polémicas? ¿Hay, finalmente, una reconfiguración del lugar del periodista con el kirchnerismo en el poder? El menemismo se convirtió en un inagotable proveedor de historias de palacio y de personajes glamorosos que no sólo alimentaron sino que le imprimieron, al periodismo de los noventa, un clima de época difícil de entender sin la Ferrari de Menem, sin las pieles de María Julia o los glúteos siliconados de Manzano. En sintonía con aquel momento político, se publicaron libros rigurosos, que denunciaron seriamente la corrupción, mientras que otros, antes que denunciar, más bien invitaban a espiar cómo era eso de ser rico, famoso o jefe. Luis Alberto Quevedo, sociólogo de Flacso especializado en medios, sostiene que algunos de aquellos libros fueron escritos para mostrar el corazón del nuevo poder, pero para ser leídos en Punta del Este o Cariló. "Al mismo tiempo que denunciaban algunas prácticas políticas -argumenta Quevedo-, muchos periodistas se estaban creando ellos mismos: hubo una serie de figuras emergentes que alcanzaron su fama contando estas historias y, muchas veces, compartiendo con los ganadores del modelo los veraneos en los balnearios top." Para algunos editores y analistas especializados en medios, Robo para la Corona , el libro de Horacio Verbitsky que denunció los mecanismos ilegales de la financiación de la política, o El Jefe , la famosa biografía de Menem escrita por Gabriela Cerruti, no fueron sólo emblemas de esa época sino también una toma de posición. Pero el estallido de 2001 reconfiguró brutalmente el escenario, una reconfiguración que alcanzó, claro, al periodismo. Con la crisis, que coincidió con el nuevo milenio, muchos empezaron a preguntarse los por qué de nuestra caída, los por qué de nuestras sucesivas desgracias. Así nació el boom de la historia. Jorge Lanata pasó de ser una estrella televisiva del periodismo de denuncia a impactar con un éxito editorial inesperado, un libro de formato histórico o, como él dice, una "nota" sobre la historia nacional. Eso fue, precisamente, Argentinos , según los editores, el libro más vendido en lo que va de la década. En términos de éxito e impacto mediático, de la dupla Verbitsky-Majul -es decir, de Robo para la Corona y Los dueños de la Argentina- pasamos a Lanata-Pigna. Pero además, en sincronía con las indagaciones históricas empezaron a surgir, también en el nuevo milenio, relatos más pequeños y privados. En el extremo del periodismo intimista apareció, sorpresivamente, el relato testimonial. Y, más sorprendente aún, periodistas de larga trayectoria en las llamadas "zonas duras" de los diarios y revistas -investigación, política, etcétera- se decidieron a abrir el corazón. El primero en atrapar este fenómeno -o minifenómeno, para ser más precisos- y convertirlo en libro exitoso fue Jorge Fernández Díaz, a quien un día se le ocurrió escribir la historia de su mamá inmigrante y, con ella, la de miles de mamás y abuelas inmigrantes. Bautizó a su criatura "novela verdad" y vendió 50 mil ejemplares en un mercado en el que 10 mil es un best seller y sólo unos 60 títulos por año lograr alcanzar esa categoría. "Cuando la cámara voltea y el periodista se mira, presumimos que está mirando a muchos otros. Se produce un fenómeno de identificación. Y cuando uno ve que el otro se desnuda, te das cuenta de que es increíblemente parecido a vos", apunta Fernández Díaz. En la línea de la "novela verdad", también Gabriela Mochkofsky publicó Tío Boris , un relato anclado en la historia familiar pero que se inscribe en la gran trama de la Guerra Civil Española. En clave similar, Jorge Sigal, ex director de la revista Tres Puntos, publicó Confesiones de un ex comunista: el día que maté a mi padre , que editó Sudamericana. Allí, engarzados con su propia historia, narra los sueños, los fracasos y las utopías de su generación, la de los setenta, y los secretos del PC, el partido político de su familia. "Creo que se trata de bajarse del pedestal al que nos subimos en los noventa y ser más humildes. No quiero contar cómo fueron las cosas, sino cómo lo vi yo. Creo que algo se desarmó en Argentina en 2001, quizá la omnipotencia". Para Sigal, es un intento de hablar en serio: "Saquémonos las caretas y revisemos, de verdad, los setenta. Porque si yo digo que mi generación fue maravillosa y que todo lo que hicimos fue bárbaro, estoy invitando a que mis hijos me imiten y yo no quiero que repitan esa historia. Nuestra generación estuvo llena de fracasos y debemos contarlos para que ellos no tengan que preguntar, como en la película, "¿qué hacías en la guerra, papá?" El periodista y filósofo Miguel Wiñazki, que escribió varios libros sobre el rol de los medios, habla de "media-morphosis" para explicar el proceso de cambio permanente que generan los medios sobre la sociedad y sus propios actores. Y no tiene dudas: no sólo hay un nuevo clima de época, sino también un nuevo clima mediático que empieza a revalorizar el nombre propio en medio del bombardeo informativo. La potencia del nombre propio es, según Wiñazki, alentada por Internet y la cultura bloggera. De fiscales a abogados defensores Sin embargo, hay muchas preguntas abiertas para las que no hay una sola respuesta. Por ejemplo, ¿por qué ya no hay investigaciones políticas que logren conmover? ¿Es que no hay corrupción en este Gobierno? ¿No vende investigar a Kirchner o no hay voluntad de hacerlo porque muchos periodistas se sienten cercanos al poder K? ¿Cuánto influyó el kirchnerismo en la reconfiguración del periodismo actual? "No hay vocación de investigar a Kirchner -dice Jorge Fernández Díaz- sencillamente porque muchos fiscales de los noventa hoy se convirtieron en abogados defensores. Y, para peor, en defensores de oficio. Otros simplemente no quieren ir contra la corriente y, así, tener que renunciar a sus casas con pileta." Precisamente, para el sociólogo Luis Alberto Quevedo, el mismo posicionamiento del periodismo frente a este gobierno marca, de algún modo, el clima de esta época. "Nunca antes los periodistas se ocuparon tanto de sí mismos y de producir acusaciones mutuas por su posición ante el gobierno K como en estos últimos tres años", evalúa el investigador de Flacso. En los 90, argumenta Quevedo, aun el periodismo que tenía fuertes conexiones con el gobierno de Menem mantenía un espíritu crítico y hacía de él un negocio periodístico posible. Hoy, en cambio, se ha reconfigurado de una forma muy diferente. En lo personal, creo que le ha hecho daño al periodismo ese posicionamiento en los extremos. Por un lado, hoy tenemos periodistas muy tolerantes con el gobierno y, en la otra punta, otro periodismo muy crítico, que tampoco logra producir impacto en la opinión pública porque se refugia en un discurso crítico sin sustento y de opinión. Nadie duda, entre los consultados aquí, que el periodismo se ha reconfigurado en la era K. Lo que varían, en todo caso, son las razones y los pronósticos acerca de los medios. El periodista Roberto Guareschi, quien tuvo a su cargo la redacción de Clarín entre 1992 y 2003, explica su hipótesis: "Los argentinos que más cuentan para los medios están cansados del tema de la corrupción y poco interesados en la política. Me refiero a los que son más tenidos en cuenta por los medios por su capacidad adquisitiva o de decisión. Están contentos porque a ellos les llegan mucho más, y más rápido, los beneficios de la recuperación económica. Lo mismo ha ocurrido en los momentos de alza de los sucesivos gobiernos: una gran parte de la población se torna acrítica". Pero no sólo están de moda las historias pequeñas, mínimas, sino el racconto , bajo una nueva luz, de la historia argentina y, básicamente, de la historia ligada a la cultura setentista, en sintonía con la cultura kirchnerista. El libro de Marcelo Larraquy, Fuimos soldados , en el que relata la contraofensiva de Montoneros, es una muestra de esta tendencia. Antes, también Larraquy con Roberto Caballero se habían sorprendido con el éxito de la biografía de Galimberti, un personaje sin demasiado glamour. "Fue una sorpresa para todos: era un libro para 3 mil ejemplares y terminó vendiendo 50 mil", estima Fernando Estévez, director de Alfaguara. ¿Será por la sed de raíces que Lanata, el periodista ícono de la denuncia en los noventa, hoy bucea en el pasado? El mismo lo explica aquí: "Sucedió una casualidad de sintonía: Argentinos salió cuando tenía que salir. Nadie sabía que iba a tener esa repercusión. Hasta ese momento, los libros de historia vendían algunos pocos miles de ejemplares. Comenzó después una polémica bastante estéril sobre si Argentinos era o no un libro de historia. Yo digo que no lo es; es -si se me permite- una ´nota sobre historia. ¿Por qué lo hice? Bueno, lo escribí a mis cuarenta años, en ese momento de la vida en el que los sueños colectivos, la historia, las preguntas y los fracasos adquieren otra proporción. Y el país duele de otra manera". Pero, a tono con la época, parece que Lanata, finalmente, también va a hablar de sentimientos y de los años setenta. "Acabo de entregar para su publicación en marzo una novela sobre la guerrilla, titulada Muertos de Amor ", adelanta. El ciclo económico positivo, un gobierno con vocación de avanzar sobre la prensa, la falta de consecuencias de aquellas investigaciones periodísticas que fueron emblemáticas en los noventa, la sujeción actual de algunos dueños de medios en un contexto donde al Gobierno le está yendo bien, el control ejercido a través de la pauta oficial y la dificultad objetiva para investigar a esta administración que todos visualizan como mucho "más prolija" son algunos de los motivos que los entrevistados apuntan en la reconfiguración del periodismo en la era K. Con la bonanza económica, parece haber un deseo de mayor luz, algo así como un apetito colectivo y subterráneo de no querer ver los defectos de este presidente. Siguiendo esa hipótesis, ¿no podrían estar los periodistas coproduciendo con su audiencia, saturada de historias negras de corrupción, una suerte de "noticia deseada", tal como plantea Wiñazki? "Efectivamente, el deseo está puesto en otro lado -dice-, no en ver lo malo de este gobierno. Y obviamente no se ve porque no se quiere ver. También es cierto que hoy hay un umbral de tolerancia mayor hacia la corrupción; ya no es un pecado capital." La novela verdad Fernández Díaz, que dirigió la revista Noticias durante buena parte de los noventa, sostiene que las historias de la "novela verdad" que nacieron con el nuevo milenio son aquellas que, históricamente, había que barrer debajo de la alfombra o esconder en el placard. "Son historias de pobretones, para nada glamorosas", dice. En su segundo libro, Fernández -un nombre genérico según su creador, que quiere evitar la fácil identificación con su propio apellido-, Fernández Díaz, otra vez, cuenta en un 90 por ciento su historia y la de una generación olvidada: la de los ochenta, que tenía ilusiones y, con el paso del tiempo, se fue desencantando. Justamente, para Guareschi, hoy dedicado al mundo académico y a dar charlas sobre los medios, "este fenómeno nos cuenta que el "backstage" del periodismo interesa porque es un espacio de enorme poder. Y eso que los libros de que hablamos abordan esa trama tangencialmente". De todos modos, advierte que al periodismo argentino "le falta mucho camino por recorrer, si lo comparamos, por ejemplo, con el de Estados Unidos, en cuanto a poner en discusión al periodismo y sus métodos". "La aceptación que han tenido algunos libros donde los periodistas hablan de temas personales no hace más que confirmar que a todos nos interesan las cuestiones humanas, los temas íntimos, y que se puede llegar a ellos con calidad y con rigor, algo que siempre es terapéutico -acota Guareschi- porque lo íntimo chabacano o lo falsamente íntimo daña ". Quizá fue Majul el primer periodista estrella que, previamente bien fogueado en la trama caliente de la actualidad, se atrevió a meterse con los sentimientos. A fines del año pasado publicó Confesiones argentinas , un libro que apunta a los sentimientos y en el que recoge las entrevistas de su programa intimista, "Hemisferio Derecho". Un perfil que se ubica muy lejos de Por qué cayó Alfonsín , su primera investigación política, a fines de los ochenta. "La actualidad me intoxicaba, como les pasa a los cirujanos que están entre la vida y la muerte -explica Majul. Creo que hay necesidad de volver a las fuentes como un antídoto. Además, todos quienes estamos ensayando estas claves tenemos más de 40 años. Es otra etapa, no sólo del periodismo, sino de nuestras vidas".